sábado, 26 de junio de 2010

Una de pájaros...

- Dicen que ese tipo de pájaros son traicioneros señor, no debería acercarse tanto. Agitan sus alas inconscientemente, llevados por la ansiedad y el miedo de cristal. Y salpican la comodidad de nuestro reposo con su locura. No debería ser tan confiado, no debería...

El conde estaba imbuido por el calor y belleza de aquel pequeño y hermoso colibrí de alas nerviosas que despedían fuego y miedo, de vuelo tan frágil e inquieto que dentro de la jaula se volvía locura fría. Ignorando las palabras del sirviente, se acercó con cuidado, abrió la verja mostrando confianza, enseñando toda su ternura, y ofreciendo la palma de su mano al alado esperó con paciencia. Pasaron minutos, horas, semanas, años y una eternidad. Pero tras todo aquel intervalo de tiempo (en el que quizás nunca se movió el minutero) el colibrí se acercó. Se dejó atrapar en la calidez de esa palma, la acarició con su plumaje y besándola levemente con su suave pico batió las alas para perderse en su propio encanto, en un bosque de flores de eternos y salvajes colores que le devolvieran su antiguo ropaje y le dieran fuerza para resquebrajar todo miedo con sus alas bañadas en llamas.